Cada 16 de octubre, millones de personas alrededor del mundo conmemoran algo que debería ser un derecho básico: la alimentación. El Día Mundial de la Alimentación, impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), nos recuerda que comer de manera sana, justa y sostenible es un desafío global que requiere de la acción de todos.
Un poco de historia: el nacimiento de una fecha clave
El origen de esta conmemoración se remonta a 1979, durante la Conferencia General de la FAO celebrada en Roma. En aquel entonces, los países miembros reconocieron que el hambre y la malnutrición no eran solo problemas de producción agrícola, sino cuestiones profundamente vinculadas con la justicia social y el desarrollo humano.
Por eso, se decidió que cada 16 de octubre —día en que la FAO fue fundada en 1945— el mundo reflexionaría sobre cómo garantizar el acceso a alimentos suficientes y nutritivos. Desde su primera celebración en 1981, esta fecha se ha convertido en un espacio de diálogo y acción, enmarcada en lemas anuales que ponen en el centro distintos aspectos de la alimentación, desde el agua hasta la resiliencia frente al cambio climático.
Hambre Cero: el ODS que nos interpela
La lucha contra el hambre se encuentra directamente conectada con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En particular:
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ODS 2: Hambre Cero → busca poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición, además de promover una agricultura sostenible.
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ODS 12: Producción y consumo responsables → nos invita a reducir el desperdicio de alimentos y a consumir de manera consciente.
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ODS 13: Acción por el clima → porque sin combatir el cambio climático, la seguridad alimentaria será imposible de garantizar.
Estos ODS están íntimamente relacionados. No se puede erradicar el hambre sin repensar cómo producimos, distribuimos y consumimos nuestros alimentos.
Agricultura urbana: semillas de cambio en las ciudades
Un aspecto fundamental para avanzar hacia la seguridad alimentaria es acercar la producción de alimentos a las comunidades. Los huertos urbanos y la agricultura en ciudades no solo mejoran el acceso a frutas y verduras frescas, sino que también cumplen con otros propósitos:
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Reducen la dependencia de grandes cadenas de distribución y transporte.
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Promueven la educación alimentaria, enseñando a niños y adultos de dónde viene lo que comemos.
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Crean espacios verdes que mejoran el microclima urbano y capturan carbono.
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Fortalecen el tejido social, al convertirse en puntos de encuentro comunitarios.
En ciudades como La Habana, Rosario o Ciudad de México, la agricultura urbana se ha transformado en un motor de resiliencia y soberanía alimentaria. Estos proyectos son una respuesta local a un problema global: cómo garantizar que todos tengamos un plato digno en la mesa.
Factores que aún nos ponen a prueba
A pesar de los esfuerzos, más de 735 millones de personas padecieron hambre crónica en 2022, y 2400 millones sufrieron inseguridad alimentaria. Entre las principales causas se encuentran:
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Conflictos armados, que interrumpen la producción y distribución.
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Crisis climática, que trae sequías, inundaciones y fenómenos extremos.
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Desigualdad económica, que limita el acceso a dietas nutritivas.
Estos factores muestran que el hambre es un problema estructural y multifacético, que no puede resolverse sin la cooperación entre países, comunidades e individuos.
¿Qué podemos hacer desde casa?
Celebrar el Día Mundial de la Alimentación es también comprometerse desde la vida cotidiana:
- Apoyar a productores locales → comprando en mercados cercanos y eligiendo productos de temporada.
- Reducir el desperdicio de alimentos → planificando las compras, almacenando correctamente y reaprovechando sobras.
- Crear o unirse a un huerto urbano → desde macetas en balcones hasta huertos comunitarios, cada semilla cuenta.
- Compartir información y recetas saludables → las redes sociales son aliadas poderosas para inspirar cambios colectivos.
Educación y tecnología: claves para el futuro
El conocimiento es una de las herramientas más poderosas para combatir el hambre. Programas escolares, talleres comunitarios y huertos escolares empoderan a las comunidades con la capacidad de cultivar y alimentarse mejor.
Al mismo tiempo, la tecnología agrícola ofrece innovaciones como el riego inteligente, la agricultura de precisión y el monitoreo satelital, que permiten producir más alimentos con menos impacto ambiental.
Conclusión: un compromiso que empieza en tu mesa
El Día Mundial de la Alimentación no es solo una fecha, es un recordatorio de que el futuro se cultiva todos los días. Cada decisión que tomamos frente al plato es una oportunidad para apoyar sistemas alimentarios más justos y sostenibles.
Porque un mundo sin hambre es posible, pero depende de nuestra acción colectiva. Cuidar el planeta y garantizar la seguridad alimentaria está, literalmente, en nuestras manos.